miércoles, 31 de agosto de 2011

Reinterpretando a Candela (II)

Féretro de Candela



Candela Sol Rodríguez ya no está entre nosotros. Once años duró su breve y accidentado periplo vital, jalonado por el encarcelamiento de un padre y mitigado por el amor materno y ciertos méritos personales.
Como pasara a Mahatma Gandhi (en palabras de Jawaharlal Nehru), un loco acabó con su vida. Sólo loco, decía Nehru, podía llamarse al asesino de Gandhi. Sólo loco, digo yo, puede llamarse al asesino de Candela.
Perdón, deudos de Candela, si ofendí a vuestra desafortunada difunta al tildar a su muerte de fastidiosa y reiterativa noticia policial. Por eso mi reinterpretación de Candela. Que descanse en paz al lado de Dios. Y que el Señor otorgue mal galardón a quienes se creyeron con derecho a interrumpir una vida tan joven en esta época, en la cual la longevidad se ha tornado moneda corriente. Más no logro escribir. No conocí a Candela. Pero algo de ella muere en mí, como en palabras del poeta inglés John Donne, quien decía que cada vez que muere un ser humano muere también parte de nosotros, porque todos formamos parte de un mismo todo de Humanidad. 

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