sábado, 3 de diciembre de 2011

Ohne mich

La expresión alemana ohne mich significa “sin mí” y alude a la minimización del rol del generalato en el ejército alemán post-nazi, decidida en virtud de las desagradables connotaciones hitlerianas de la preponderancia de los generales en la Alemania guillermina y hitlerista. La semiglorificación del generalato no congeniaba con la forzosa desnazificación de la Alemania devastada por el funesto experimento nazi y los bombardeos aéreos aliados de la Segunda Guerra Mundial, tal como la exaltación del estamento castrense no cuajaba con la Argentina alfonsinista, arrasada por ese catastrófico colofón del golpismo encarnado en la etapa procesista. 
En diciembre de 1988, al producirse el tercer alzamiento carapintada, con su epicentro principal en la localidad bonaerense de Villa Martelli, yo tenía 18 años y estudiaba alemán en la sede porteña del Instituto Goethe. El 3 de diciembre de 1990, los carapintadas seineldinistas decidieron conmemorar el segundo aniversario del tercer alzamiento carapintada con el violento alzamiento carapintada registrado en el porteño Regimiento 1 de Patricios, sofocado con un saldo de varios muertos, centenares de arrestos y casi 600 procesos por insurrección, como si el codicioso “sindicato militar” carapintada no se hubiese conformado con el polémico indulto decretado por el presidente Carlos Saúl Menem en octubre de 1989 y favorable a 164 carapintadas, 39 oficiales condenados por delitos represivos perpetrados durante la era procesista, jefes militares acusados de actos de negligencia cometidos durante la guerra de Malvinas y  los ex jerarcas procesistas Juan Sasiain, Albano Harguindeguy, Santiago Riveros, Acdel Vilas, Luciano Benjamín Menéndez y Reynaldo Bignone.
La administración menemista debió pagar un precio considerable para convertir el cuarto alzamiento carapintada en el último pronunciamiento castrense del siglo XX contra un gobierno constitucional argentino. En ese candente diciembre de 1990, había asuntos prioritarios que atender. Faltaban poco menos de dos meses para la última semana de enero de 1991 y su fugaz reedición de los cuadros hiperinflacionarios de 1989-1990. La caída del Muro de Berlín parecía presagiar los horrores neoliberales del nuevo decenio. En ese acuciante contexto histórico, el presidente Menem debió ampliar, pocos días después del cuarto alzamiento carapintada, el número de beneficiarios del indulto de octubre de 1989, haciéndolo extensivo a los ex jerarcas procesistas Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera, Roberto Eduardo Viola, Ramón Camps, Guillermo Suárez Mason, José Alfredo Martínez de Hoz y Ovidio Ricchieri. Sólo permaneció en prisión Mohammed Ali Seineldín, autor intelectual del tercer y cuarto alzamientos carapintadas, indultado en mayo de 2003 por el presidente interino Eduardo Duhalde.
Largos años debieron pasar para la anulación de las “leyes del perdón” e indultos y la reapertura de las causas judiciales contra sus beneficiarios. Años en los cuales muchos argentinos avalaron electoralmente los abusos socioeconómicos neoliberales, denotando el mismo candor otrora exudado al avalar el avance golpista con pasividad o ingenuo fervor. Hace ya muchos años que no estudio alemán. Pero hay una realidad histórica innegable. Tras los horrores procesistas, los argentinos dejamos de comprar cándidamente los buzones golpistas. Posteriormente dejaríamos  de  comprar ingenuamente los buzones neoliberales. Los nostálgicos argentinos del golpismo y neoliberalismo deberán apechugar, en lo sucesivo, con el inteligente ohne mich desplegado por su actual conciudadano promedio en lo tocante a ambos flagelos del último siglo de la historia argentina. A 21 años del último alzamiento carapintada, no está de más recordar esa valiosísima lección histórica.


Tut mir leid! Ohne mich! (¡Lo siento! ¡Sin mí!) 

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