viernes, 30 de septiembre de 2011

Mala palabra

Días atrás, Ricardo Fusco, director de una escuela secundaria del gobierno bonaerense con sede en Pergamino, fue brutalmente agredido por Susana Enríquez y su hijo quinceañero. Este último, alumno de la escuela dirigida por Fusco, parece haber tenido serios problemas de conducta en el establecimiento encabezado por Fusco, acusado por Enríquez de acosar homoeróticamente a su hijo. En 2007, Fusco habría intentado infructuosamente denunciar penalmente a Enríquez por amenazas. Los sindicatos docentes bonaerenses decidieron realizar un paro de actividades en repudio al ataque contra Fusco, respaldado por sus compañeros y alumnos en una marcha por el centro de Pergamino. El ataque contra Fusco también fue repudiado por Alberto Sileoni, ministro de Educación de la Nación, y su par bonaerense Mario Oporto. Susana Enríquez fue arrestada por disposición judicial y acusada de  coacción agravada, delito que prevé una pena de entre cinco y diez años de prisión.
Por esos días se registraron episodios similares en otros puntos de la vasta geografía bonaerense. En Tres Arroyos, una directora de escuela fue agredida a golpes de puño, sin móvil aparente alguno,  por la madre de dos alumnos del establecimiento a su cargo.  En Villa Luzuriaga, partido de La Matanza, una maestra primaria fue agredida en la puerta de su casa por la madre de una alumna suya, a quien la docente habría puesto una mala nota.
Fusco, tras el ataque

Comprendo la situación de Fusco, su par de Tres Arroyos y la maestra de Villa Luzuriaga. Como ellos, yo también soy docente del gobierno bonaerense. O quizá debería decir que lo fui, porque dudo que siga siéndolo, lamento decir. Durante dos años intenté ejercer la docencia (porque el docente actual no ejerce su profesión, sino que intenta ejercerla; esa es la cruel realidad). Me movía una lógica fe en la actual imprescindibilidad de la revalorización de la educación pública y finalización sin tropiezos graves de los estudios secundarios. Lamentablemente, mis alumnos y sus padres no parecían compartir mi comprensible parecer. Desde el 1º de agosto último pasado que estoy en uso de licencia médica por depresión y stress hasta el próximo 31  de diciembre.












Protesta contra el asesinato de Carlos  Fuentealba (2007)





Tras mis dos años de penosos intentos de ejercicio docente, la cruel realidad impuso un paréntesis forzoso a mis atendibles principios ético-profesionales. Si es que se puede decir que el actual argentino promedio conceptúa a sus docentes como verdaderos profesionales. Al médico, al odontólogo, al farmacéutico, los conceptúa evidentemente como tales, porque se conforma con que hagan aceptablemente bien el trabajo que están capacitados y habilitados para hacer.
El actual argentino promedio también debería pensar lo mismo de los docentes de su patria. Desgraciadamente, no lo  piensa. Nos conceptúa como a pobres de espíritu que nos dedicamos a la docencia porque no nos da la cabeza para otra cosa. Como a vagos que no queremos trabajar. Como a superhéroes que debemos oficiar constantemente de virtuales salvadores de la Humanidad, aunque ganemos dos pesos y nos maltraten continuamente.
En mi juventud boquense tuve trato con Lucía Puricelli, cuadragenaria vecina mía y maestra primaria del gobierno porteño. Lucía me decía: “Mis alumnos son muy pobres. Pero yo soy maestra, no psicóloga. No pueden pretender que a mis alumnos yo les haga un psicodiagnóstico. Para eso no estoy capacitada ni habilitada. ¿Qué puedo hacer por el bien de mis alumnos? Y… Enseñarles a leer, escribir, sumar, restar, multiplicar, dividir… Eso puedo hacer por su bien, no un psicodiagnóstico”.
El muy atendible razonamiento de Lucía caería en saco roto en el actual contexto socioambiental de la escuela pública argentina, cuyos trabajadores parecemos haber recibido orden taxativa de autoconvertirnos incondicionalmente en superhombres, en hombres-orquesta que oficiemos simultáneamente de sociólogos, filósofos, psicólogos, trabajadores sociales, antropólogos, padres sustitutos, directores espirituales, consejeros sentimentales y la mar en coche, aunque nuestros títulos profesionales, sufridamente obtenidos por pequeñas minorías de no desertores de profesorados, sólo nos habiliten para trabajar modestamente como maestras jardineras y primarias y profesores secundarios de alguna asignatura específica.


¿Arquetipo docente?

Pero modestia parece ser una mala palabra en el ensoberbecido contexto socioambiental de la actual escuela pública argentina. Así lo demuestran los casos de Fusco, su par de Tres Arroyos y la maestra de Villa Luzuriaga. Y muchos otros casos de docentes lógicamente desalentados, entre quienes lamento tener que incluirme.          

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Shaná tová y shemá, Israel

Soy católico, pero he tenido contacto con judíos desde mi infancia. Mis padres son médicos. Entre los médicos hay muchos judíos. Algunos de los amigos más íntimos de mis padres y míos son judíos. Tuve muchos compañeros judíos en la escuela primaria y secundaria. Tuve un psicoterapeuta y una 
odontóloga judías. A los 17 años empecé a ampliar mis conocimientos de la cultura judía, a través de la lectura de valiosos libros especializados, como La memoria de Abraham de Marek Halter, Historia de los marranos de Cecil Roth o Historia de los judíos de Paul Johnson. O bien a través de la lectura de memorables textos literarios como El jardín de los Finzi-Contini de Giorgio Bassani o El penitente de Isaac Bashevis Singer. Mi juventud se vio conmovida por los brutales atentados terroristas contra la embajada israelí en Buenos Aires y la AMIA. Me indignaba el status de pueblo perseguido impuesto al pueblo judío a lo largo de casi toda su historia. El pueblo judío era, para mí, el pueblo del Éxodo, que huyera de la esclavitud en Egipto, liderado por Moisés en el siglo XIII a.C. El pueblo sojuzgado en el siglo VI a.C. por Nabucodonosor II, quien destruyese el Templo de Salomón e impusiese a los judíos el cautiverio en Babilonia conmovedoramente evocado, en el siglo XIX, por Giuseppe Verdi, en su indeleble Va pensiero. El pueblo de la Diáspora, iniciada en el siglo I d.C.con el afianzamiento de la dominación romana sobre Israel y la destrucción del segundo Templo de Jerusalén. Diáspora prolongada durante 1800 implacables años, hasta la proclamación del Estado moderno de Israel en 1948. Para mí, el pueblo judío era el pueblo perseguido por la Inquisición y masacrado en los pogroms de la Rusia zarista y campos de concentración nazis.
Pero santidad y persecución no son necesariamente sinónimos. Los judíos son tan cuestionables como cualquier otro ser humano. Y, como los aprecio, me duele cuestionarlos.
Me duele percibir la actitud del gobierno israelí y comunidad judía internacional ante la muy atendible pretensión del pueblo palestino de poseer, como los judíos, su propio Estado. Me duele percibir la actitud de la comunidad judía argentina ante uno de los mejores gobiernos que haya tenido la Argentina desde su restauración democrática de 1983, fruto de medio siglo de sufrimientos equiparables a los padecimientos históricos del pueblo judío.
En esta semana de Roschaschaná, me duele comprobar cómo el Pueblo Elegido parece haberse convertido en el Pueblo Extraviado. Dos expresiones de mi limitadísimo hebreo de hombre cristiano acuden a mi memoria en esta semana de Roschaschaná: Shaná tová y shemá, Israel. Que Dios los ilumine y reoriente. No hay nada más triste para un perseguido que convertirse en perseguidor.

Quiero mucho a los judíos y, por dicho motivo, me permito implorarles: no les hagan a nadie lo mismo que les hicieron de malo a Uds. Ni a los palestinos, ni a ningún otro pueblo. Sé que, hasta ahora, no lo han hecho. Pero las tentaciones negativas del poder son fuertes. Y espero que sepan resistirlas. Esa debe ser, a mi entender, la principal meta del pueblo judío en el año que hoy estrena la comunidad hebraica mundial.



En este Roschaschaná, el shofar sinagogal debe llamar al pueblo judío a reflexionar sobre su rol en el complejo mundo actual. La venganza es una costumbre vil. Para quienes son judíos y para quienes no lo son.




       

lunes, 26 de septiembre de 2011

Pigmalionistas vs.anti-pigmalionistas

En la mitología griega, Pigmalión era un escultor enamorado de su estatua Galatea. También parece haber habido un rey de Tiro llamado Pigmalión. Un planeta secundario ha sido denominado Pigmalión 96189 en honor al Pigmalión escultor. En el siglo I a.C., el poeta romano Virgilio impuso el nombre de Pigmalión a un personaje de su Eneida. Entre los siglos XVI y XIX, la historia del Pigmalión escultor inspiró cuadros de Agnolo Bronzino y François Boucher, óperas de Jean-Philippe Rameau, Georg Anton Benda, Karol Kazimierz Kurpiński, Luigi Cherubini y Gaetano Donizetti, un melodrama de Jean-Jacques Rousseau, un musical burlesco de William Brough y un ballet coreografiado por Marius Petipa. En los siglos XIX y XX, la sociología y psicología acuñarían los conceptos de efecto Pigmalión y pigmalionismo o agalmatofilia, respectivamente referentes a la conducta de seres humanos tendientes a comportarse según las expectativas de sus semejantes y la atracción erótica producida por las estatuas y la inmovilidad[1]. En 1877, el psiquiatra austríaco Richard von Krafft-Ebbing registró el caso de un jardinero enamorado de una estatua de la Venus de Milo y empecinado en tratar de mantener contacto sexual con la escultura.


Pigmalión y Galatea, cuadro de François Boucher (1767)


Richard Freiherr von Krafft-Ebbing con su esposa Marie Luise

Yo propongo concebir el pigmalionismo como la creencia en el automejoramiento y el anti-pigmalionismo como la creencia en el autoempeoramiento. Dicho más coloquialmente: el pigmalionista cree que puede mejorar su personalidad; el anti-pigmalionista cree que sólo puede empeorarla.





[1] La información utilizada en este texto es, mayoritariamente, una mera bajada de Internet. No pretendo ser una autoridad en la materia (n.del a.)


En 1912, el dramaturgo irlandés George Bernard Shaw estrenó su célebre comedia teatral Pigmalión, llevada al cine por el cineasta británico Anthony Asquith en 1938. La obra de Shaw inspiró la célebre comedia musical My fair lady (Mi bella dama), estrenada en Nueva York en 1956, ideada por Gabriel Pascal, con letras de Alan Jay Lerner y música de Frederick Loewe y una versión cinematográfica de 1964 aparentemente destinada a una remake en 2012. El Pigmalión de Shaw también inspiró al dramaturgo británico Willy Russell la obra teatral Educating Rita (Educando a Rita), estrenada por encargo en el Londres de 1980 y adaptada por Russell al cine en 1983 y a la radio en 2009. En la década de 1990, la historia de Pigmalión inspiró un animé del japonés Shinji Wada.

George Bernard Shaw

El Pigmalión de Shaw no es el escultor de la mitología griega, sino Henry Higgins, exasperante fonetista del Londres de principios del siglo XX. Higgins toma bajo su protección a la joven y desaliñada florista Eliza Doolittle, que vive humildemente de la venta callejera de violetas en las inmediaciones del Covent Garden, donde la descubren Higgins y un coronel apellidado Pickering en una lluviosa noche de función en el afamado teatro londinense. En pocos meses de trabajosa transformación, Eliza deja de ser una deslucida violetera callejera, con mejor dominio del dialecto Cockney que del purista idioma inglés maniáticamente preconizado por Higgins, convirtiéndose en una dama digna de ser presentada en una recepción diplomática, aunque, de a ratos, se subleve contra el autoritarismo de Higgins y amenace con volver a sus viejas costumbres.

Leslie Howard y Wendy Hiller personifican a Henry Higgins y Eliza Doolittle en la versión cinematográfica británica del Pigmalión de Shaw dirigida en 1938 por Anthony Asquith

 El Pigmalión de Shaw convertido en comedia musical de Broadway. Audrey Hepburn personifica a Eliza Doolittle en la versión cinematográfica de My fair lady dirigida en 1964 por George Cukor. La precede Rex Harrison en el rol de Henry Higgins.

Keira Knightley interpretaría a Eliza Doolittle en la remake cinematográfica de My fair lady, dirigida por Cameron Mackintosh y destinada a estrenarse mundialmente en 2012, año del centenario del estreno mundial del Pigmalión de Shaw

El Higgins de Russell no es un recalcitrante fonetista de principios del siglo XX, sino Frank Bryant, excéntrico doctor en letras del decenio de 1980, tan aficionado a la literatura como al alcohol,  magistralmente encarnado por Michael Caine en la versión cinematográfica de Educando a Rita. Bryant acepta, como alumna de la Open University inglesa, a Susan White, una veinteañera peluquera de clase baja encarnada en el cine por Julie Walters, que ha adoptado el sobrenombre de Rita y se divorciará de su marido para eludir el convencional destino femenino impulsado para ella por su padre y su consorte, en su afán por autotransformarse mediante el estudio de la literatura.

En 1983, el cineasta británico Lewis Gilbert dirigió a Julie Walters y Michael Caine en Educando a Rita, versión cinematográfica de una obra teatral inspirada en el Pigmalión de Shaw

En 1982 yo tenía doce años y leía ávidamente la clásica historieta argentina Locuras de Isidoro, de Dante Quinterno, relato de las aventuras del playboy Isidoro Cañones, que, en una entrega del comic, se convertía en una versión argentina del Higgins de Shaw, al tomar a su cargo la trabajosa transformación de su zaparrastrosa mucama temporal Cachirla Funes, efectuada bajo el reticente apoyo financiero de esa acartonada y anacrónica versión argentina del Pickering de Shaw encarnada en el severo, añoso y acaudalado coronel Urbano Cañones, tío de Isidoro, quien mencionaba al Higgins de Shaw y amenazaba con desheredar a su sobrino bon vivant si este último no sentaba cabeza. Rebautizada por Isidoro como Liliana Reynal, la joven se convertía, en tres meses, en una estrella televisiva.











Isidoro Cañones. En una entrega de la historieta de Dante Quinterno, publicada en 1982, el "rey de los playboys" se convertía paradójicamente en una versión argentina del Higgins de Shaw


Melanie Griffith personifica a una joven pigmalionista en Secretaria Ejecutiva, película estadounidense de 1988 dirigida por Mike Nichols

Tanto la Eliza de Shaw como la Rita de Russell son pigmalionistas. Lo mismo puede decirse de Tess McGill, la secretaria encarnada por Melanie Griffith en Secretaria ejecutiva, película estadounidense de 1988 dirigida por Mike Nichols. Como a Eliza y Rita, a Tess la caracterizaba un gran deseo de formarse y prosperar en la vida.
No puedo, por desgracia, decir lo mismo de mis alumnos de secundaria, cuyo grado de indisciplina me costase, durante un azaroso bienio, bochornosos apercibimientos disciplinarios por parte de mis superiores jerárquicos y problemas de salud psicomoral explicativos de mi primer pedido de licencia médica prolongada como docente estatal bonaerense, instancia frecuente en mi gremio e inicialmente recusada por mis principios éticos, injustamente jaqueados por muy adversas circunstancias. Mis alumnos de secundaria eran (o parecían ser) unos netos anti-pigmalionistas, descreídos de sus chances de automejoramiento, ante los cuales resultarían impotentes los poderes de los dioses griegos y los talentos del Higgins de Shaw.
Yo veía (y veo) en la educación secundaria obligatoria ese relevante espacio de automejoramiento individual situado por el Higgins de Shaw en el buen decir y la Rita de Russell en el estudio de la literatura. ¿Soy, acaso, un ingenuo por pensar así? En sentido objetivo, no, pero, ¿dónde está la objetividad hoy en día?
En dos años de sufrida labor docente debí efectuar concesiones que, en mi época de estudiante secundario, habrían parecido una burla. Y no hice el secundario con Miguel Cané en la época de Juvenilia. Lo hice en la década de 1980. ¿Cuáles fueron esas concesiones? No dar tarea para el hogar porque nadie la hacía. No dejar materiales para fotocopiar porque nadie los fotocopiaba (mis alumnos alegaban no tener los 80 centavos para mis modestísimas fotocopias, mientras estaban dele mandar SMS estúpidos con sus bonitos celulares de pantalla dactilar, de 500 pesos para arriba, o sacando estúpidas fotitos digitales de sus personas y de la mía, mientras yo, ¿necio de mí?, intentaba hablar de la Sociedad de Naciones y del Holocausto). No promover debates porque nadie decía este pico es mío. No utilizar las netbooks del Programa Conectar Igualdad como recurso didáctico, porque mis alumnos preferían utilizarlas para publicar zonceras en Facebook o Twitter. No dictar clases expositivas porque nadie les prestaba atención. Quise dar lo mejor de mí a personas aparentemente deseosas de recibir lo peor. Quise, como el Pigmalión mitológico griego, convertir a mis alumnos en Galateas. Pero mis alumnos parecían preferir estrellarse con las malas alas de un Ícaro. Quise, como el Higgins de Shaw con el idioma inglés, que mis alumnos percibieran la belleza y utilidad del buen castellano. Pero mis alumnos parecían preferir el alarmante léxico de los cánticos futboleros. Quise, como la Rita de Russell y la Tess de Nichols, que mis alumnos redujeran su margen de ignorancia. Pero a mis alumnos parecía seducirles más su ampliación.
Finalmente, muy a pesar mío, pedí (y obtuve) una licencia médica prolongada. Mi pigmalionismo había sufrido su primera derrota ante el anti-pigmalionismo. Pero, a diferencia de Anakin Skywalker, prefiero no pasarme al Lado Oscuro. No tengo vocación de Darth Vader. Los anti-pigmalionistas se creen muy astutos. Pero suelen terminar mal.


 En La Guerra de las Galaxias, el pigmalionista Anakin Skywalker cometía el fatídico error de autoconvertirse en el anti-pigmalionista Darth Vader, autosentenciándose al caritativo parricidio perpetrado por  su hijo, el  atribulado y perseverante pigmalionista Luke Skywalker,   bondadoso Schoklender intergaláctico ideado por George Lucas en 1977.

jueves, 22 de septiembre de 2011

McDonald's y McMierda

En su película El dormilón, Woody Allen satiriza las películas e ideales futuristas al encarnar a Miles Monroe, comerciante en "comida sana" congelado por error tras una operación de amígdalas practicada en 1973 y despertado 200 años después por rebeldes necesitados de una persona sin identidad para  derrocar a un cruel dictador del futuro. Inicialmente Monroe se resiste e intenta escapar, haciéndose pasar por un torpe mayordomo robotizado. El encuentro con Luna, mujer del futuro encarnada por Diane Keaton, y una serie de desventuras y persecuciones desembocan en su captura y asimilación dentro del sistema que los rebeldes pretendían destruir. Recapturado y reeducado por los rebeldes, Monroe acepta participar en la conspiración, haciéndose pasar por el cirujano que intentará reconstituir el cuerpo del dictador, reducido a su nariz por un feroz atentado. Monroe logra destruir la nariz del dictador y frustrar toda tentativa científica de recrear al abusivo gobernante del futuro.

Woody Allen interpreta a un falso y torpe mayordomo robotizado del futuro en su película El dormilón, de 1973

Al despertar de su sueño bicentenario, Monroe descubre que el mundo del siglo XXII no sólo sigue sufriendo los abusos de sus gobernantes, sino también de los comerciantes en agroquímicos y comida chatarra. En el mundo del año 2173 aún existe McDonald's, al menos según el Allen de El dormilón, pero también siguen existiendo los anti-McDonald's, por así llamar a los opositores al abusivo gobernante del futuro imaginado por Allen.


El Allen de El dormilón atrapado por una superhortaliza del futuro

 El Allen de El dormilón ante un McDonald's del año 2173

Ayer, 21 de septiembre de 2011, mientras los estudiantes celebraban su día en las calles porteñas y  la presidenta Cristina Fernández de Kirchner reclamaba por nuestros derechos malvínicos ante la ONU, unas catorce personas, entre ellas niños y embarazadas, resultaron heridas al desplomarse sobre sus cuerpos el cielorraso de un McDonald's del barrio porteño de Once. No es la primera vez que McDonald's se ve inmerso en situaciones de esa índole desde su llegada a la Argentina en 1988. Hace no muchos años, niños de corta edad fueron hospitalizados en grave estado tras haber ingerido hamburguesas en sucursales argentinas de la célebre multinacional estadounidense de comida rápida, que empezaron a anteponer vistosas cafeterías a sus cuestionables hamburgueserías para poder seguir operando en la patria de unos choripanes susceptibles de hacer sombra a las hamburguesas, aunque la bromatología de los choripanes de Costanera Sur no pinte mucho más confiable.


Cristina en la ONU (Nueva York, 21/09/2011)


McCafé, tapadera de crímenes de lesa argentinidad
Derrumbe de cielorraso en un McDonald's del barrio porteño de Once, producido el 21 de septiembre de 2011

Choripanería de Costanera Sur

Ciertas publicidades exaltan las supuestas virtudes de los productos de McDonald's:


Cajita... ¿feliz?

(¿) Estoy amándolo (?)

¿Comprometidos? ¿En envenenarme, quizás?


Mapa mundial de la infamia, por decirlo borgeanamente. Imagínense a María Kodama y Jorge Luis Borges en un McDonald's. ¿Habrán conocido a alguno en sus viajes? Cuando Borges murió no había McDonald's en la Argentina, que, al menos en lo referente a esa cuestión, vivía tiempos más felices. Ello no impidió que Kodama y Borges disfrutasen de un paseo en globo en los Estados Unidos de 1983, que, para su desgracia, llevaban décadas albergando múltiples McDonald's







María Kodama y Jorge Luis Borges pasean en un globo estadounidense en 1983

Pero, por suerte, en el mundo actual también hay joyitas como estas:












Seamos optimistas: tanto en el mundo actual como el mundo del siglo XXII imaginado por Allen, siempre habrá quien grite "¡McDonald's!" y quien grite "¡McMierda!" Y así como hoy podemos serrucharle el piso a un Kadafi, dentro de dos siglos podríamos hacer algo similar con los mandamases del futuro. "La esperanza nunca es vana", dijo Borges. Perdón, don Jorge Luis, si lo sacamos de la naftalina a cada rato. Es que Ud.era mandado a hacer para ciertas cosas.

martes, 20 de septiembre de 2011

Tabacofobia vs.tabacofilia

En sus conversaciones sobre religión con el sacerdote católico izquierdista brasileño Frei Betto, mantenidas en La Habana en 1985, el líder socialista cubano Fidel Castro tildó de "veneno" al tabaco. Meses después, la revista estadounidense Time informó que Castro había decidido dejar de fumar, tras haber consumido los célebres cigarros cubanos desde la edad de 15 años. La decisión del dirigente antillano convirtió en cosa del ayer la clásica imagen de un Fidel con un cigarro cubano en la boca.

Frei Betto con Fidel Castro

Portada de la versión impresa argentina de 1986  de las conversaciones sobre religión mantenidas entre Fidel Castro y Frei Betto en La Habana en 1985

Los cigarros de Fidel

Tras haber liberado a Francia de la ocupación nazi, el general Charles de Gaulle, fumador empedernido, decidió liberar su organismo de la nociva presencia tabáquica. Iosif Stalin, alegre tabacófilo durante al menos medio siglo, tomó una decisión similar poco antes de entregar su alma a Marx en 1953.

Charles de Gaulle

Iosif Stalin

El rey Jorge VI  de Inglaterra, fumador empedernido, no logró tomar una decisión similar y un cáncer pulmonar se lo llevó tempranamente a la tumba en 1952, a diferencia de su compatriota Winston Churchill, cuyo gusto por los grandes cigarros no le impidió alcanzar alegremente la venerable edad de 91 años. Edades similares alcanzaron los fumadores empedernidos Mao tsé-tung, Josip Broz Tito y Deng Xiaoping y ese amante de los cigarros llamado Sigmund Freud. La tabacofilia de Jorge VI y Churchill parece haber enardecido la férrea tabacofobia del general Bernard Montgomery, con quien Jorge VI y Churchill  debieron tratar asiduamente durante el tenso sexenio de la Segunda Guerra Mundial. Mucho parece haber sufrido Montgomery con las vicisitudes de la contienda, aunque también con el humo de los cigarrillos o cigarros encendidos por Jorge VI y Churchill en presencia del sobrio, tabacófobo y antialcohólico Montgomery, cuya tabacofobia y longevidad compartía Francisco Franco, quien no permitía fumar en su presencia, para desesperación de sus ministros fumadores, obligados por el austero Caudillo a mantener prolongadas reuniones de gabinete ante mesas sin ceniceros.


Winston Churchill, vencedor de alemanes, vencido de cigarros

Jorge VI, vencedor de nazis y vencido de cigarrillos

Bernard Montgomery, vencedor de los nazis y de la tentación del tabaco

   Mao tsé-tung, Gran Timonel y Gran Fumador

Deng Xiaoping, pequeño de estatura, pero no pequeño fumador
  
El mariscal Tito logró evitar el desmembramiento territorial posteriormente abatido sobre Yugoslavia, pero no las tentaciones del tabaco

A Sigmund Freud le fue difícil lograr que se aceptasen sus teorías. Dejar de fumar le fue imposible.


El tabacófobo y muy católico Francisco Franco era "Caudillo de España por la Gracia de Dios". Fumar en su presencia equivalía a injuriar al Creador.

A Adolf Hitler le gustaban los dulces. A  los niños de Berchtesgaden les daba helado y torta. A los niños de Auschwitz les daba pan duro y gas venenoso. No comía carne porque no le gustaba matar animales para comer, aunque no le disgustó matar a su perro para probar  las cápsulas de cianuro utilizadas en el suicidio del Führer y su efímera consorte Eva Braun, quien, a diferencia de Hitler, fumaba y bebía alcohol. Tampoco le disgustaba matar judíos, testigos de Jehová, católicos antinazis, gitanos y homosexuales.

Ein Volk, ein Reich, ein Führer... und keine Zigaretten (Un pueblo, un reino, un caudillo... y ningún cigarrillo)
A Jean-Paul Sartre el tabaco casi le costó la vida. Según Simone de Beauvoir, Sartre recién renunció definitivamente al tabaco tres años antes de morir, cuando un médico le advirtió enérgicamente que, si no dejaba de fumar, deberían amputarle sucesivamente los dedos gordos de sus pies, sus pies y piernas. Cuando De Beauvoir le preguntó si no le apenaba estar fumando su último cigarrillo, Sartre, que dejó de fumar al día siguiente, contestó que no quería ser cortado en pequeños trozos.

Jean-Paul Sartre, de tabacófilo a tabacófobo

Simone de Beauvoir padeció en carne propia el tabaquismo de Sartre

Los personajes literarios tampoco han ido a la zaga. Imposible olvidar la pipa del gran fumador Sherlock Holmes. Curiosamente, he pasado revista a unas 40 imágenes cinematográficas de un Robert Downey Jr.permisivamente caracterizado como el célebre detective... ¡En ninguna de ellas Holmes aparece con pipa!

Robert Downey Jr.: Holmes sin pipa

Entre los argentinos también ha habido tabacófobos y tabacófilos. Pese a su mala salud, José de San Martín no se privó del tabaco y vivió 72 años, edad desusada en su tiempo. Bartolomé Mitre lo pinta encendiendo un cigarrillo de papel durante su primer cruce de los Andes. Agustín Pérez Pardella lo pinta encendiendo un cigarro prohibido por su médico y picando tabaco para sus pipas en su retiro francés. Caso similar fue el de Ernesto Che Guevara, cuyo asma no le impedía degustar los cigarros cubanos, y, si murió a los 39 años, no fue por culpa del tabaco.

   
San Martín , tabacófilo y longevo


Che, Guevara, ¿no te hace mal fumar?


Félix Luna, fumador empedernido, nos pinta un Julio Argentino Roca moderado en su consumo de tabaco. Hipólito Yrigoyen no parece haber tenido otro vicio que la media botella de champaña incluida en su almuerzo para facilitar su digestión. Según su biógrafo inglés Simon Collier, Carlos Gardel fumaba empedernidamente, sin por ello estropear su privilegiada voz. Ricardo Balbín no parece haber tenido otro vicio que el cigarrillo. Miguel Bonasso nos pinta un Juan Domingo Perón temeroso de que Isabel le regañe por fumar más de la cuenta. ¿A Pocho lo mató Pucho? No es seguro. Sí es seguro que Pucho mató a Arturo Jauretche, defensor de Pocho, pese a su enfisema y las recomendaciones de su médico, sistemáticamente desatendidas por Jauretche en el bar Castelar, de Córdoba y Esmeralda, fumadero clandestino de don Arturo, según su muy discutible biógrafo Norberto Galasso

"¡Pará de fumar, Falucho!",  solía decir a su marido la mujer de Félix Luna. Pero Falucho no le hizo caso

Roca no sólo no se dejó conquistar por el Desierto; tampoco se dejó conquistar por el tabaco
El Peludo no fumaba en su Cueva (y tampoco fuera de ella)
¡Cada día fuma mejor!


Perón, Perón, Gran Conductor (y, al parecer, Gran Fumador)


Pucho, gran amigo-enemigo de Jauretche

Balbín intentó reconciliarse con Pocho, pero Pucho le pasó factura, obligándole a pasar por el cirujano pocos años antes de entrar a la inmortalidad

En fin, los ejemplos históricos y ficticios son, como verán, múltiples.
Ya es hora de hablar de mí y mi familia.
Fui fumador por épocas entre enero de 1989 y abril de 2006, entre mis 18 y mis 36 años. Hasta que un buen médico, a petición mía, me ayudó a dejar el tabaco, que yo había probado en diversas formas (cigarrillo, pipa, cigarro). Un poco me daban miedo mis antecedentes familiares de defunciones y enfermedades atribuibles al tabaco, que no enumeraré porque deseo redondear esta entrada e irme a la cama.
Uds.se preguntarán si soy tabacófilo o tabacófobo. ¿La verdad? Desde que no fumo me siento mejor.