miércoles, 12 de octubre de 2011

Ecce homo

En su reciente película Habemus papa, el actor y cineasta italiano Nanni Moretti, director del film, personifica al profesor Brezzi, célebre psicoanalista ateo, divorciado y paradójicamente contratado por un cónclave cardenalicio perplejo ante la renuencia de un nuevo papa, un cardenal apellidado Melville y encarnado por Michel Piccoli, a asumir su pontificado, cargo que Melville no se siente psicológicamente capaz de asumir, pese a haber aceptado verbalmente la designación papal ante sus electores. En la Plaza de San Pedro, miles de peregrinos de múltiples nacionalidades aguardan la proclamación del nuevo pontífice, tras haber aguardado el fallecimiento de su predecesor y despedido los restos de este último. La inseguridad psicológica del flamante Papa impide al cardenalato proclamar desde los balcones vaticanos al nuevo Vicario de Cristo en la Tierra. Brezzi ensaya un diálogo psicoterapeútico con Melville, condicionado por los electores papales. Bajo fuerte custodia, Melville es llevado ante una psicoanalista de Roma, a la cual le dice que es actor. Melville logra eludir a sus vigiladores y, durante tres angustiosos días, erra por las calles de la Ciudad Eterna. Se aloja en un hotel parcialmente ocupado por un elenco teatral responsable de la puesta en escena de una obra de Anton Chejov, de la cual Melville es capaz de recitar fragmentos enteros. Mientras tanto, el jefe de la seguridad vaticana, desesperado por la desaparición de  Melville, hace creer a los cardenales que el nuevo Papa está descansando en sus aposentos y engulle con apetito los comestibles que, en realidad, consume un Guardia Suizo instalado en el apartamento papal y hace creer, por encargo, que el escurridizo pontífice se encuentra en sus habitaciones. El Guardia Suizo matiza su incómoda labor con la canción Todo cambia, de Julio Numhauser, interpretada por una Mercedes Sosa homenajeada por una peregrina cubierta por un poncho similar al de la Negra, cuya inolvidable voz resuena en la grabación difundida desde el estéreo papal y acompañada por las palmas de cardenales que entretienen sus ocios forzados con juegos de naipes compartidos con Brezzi y partidos de voley organizados por el psicoterapeuta papal. Finalmente, Melville es localizado en un teatro, donde asiste a la representación de Chejov a cargo de sus vecinos de hotel. Melville es llevado de regreso a la Santa Sede, siendo nuevamente investido con los atavíos papales y llevado a los balcones vaticanos para su proclamación pontificia. En la escena final del film, Melville, invitado a pronunciar su primer discurso papal, reitera, para desesperación de los cardenales, que no se siente capaz de asumir las graves responsabilidades del Papado.


Nanni Moretti y Michel Piccoli en Habemus Papa

Habemus Papa no es una película antieclesiástica. No ha sido airadamente cuestionada por los católicos argentinos más conservadores, que, en el decenio de 1980, no lograron impedir la aprobación de una muy postergada ley de divorcio vincular, aunque sí bloquear la difusión de las películas Yo te saludo María, de Jean-Luc Goddard, y La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese, pese a la restauración democrática de 1983 y el sensible retroceso de la censura cinematográfica procesista. No ha recibido el mote de anticlerical impuesto en 1991 por los católicos argentinos más conservadores a la película El padrino III, de Francis Ford Coppola, alusiva a la refutada leyenda negra sobre la muerte del Papa Juan Pablo I, mencionado en Habemus Papa y fallecido en 1978  tras 33 días de pontificado.  Incluso en la Santa Sede se ha considerado inofensiva la película de Moretti, aunque algún elemento vaticano haya fruncido el ceño ante el estreno y éxito internacional de Habemus Papa. No, Habemus Papa no pretende atacar a la Iglesia Católica, sino recordarle bienintencionadamente las palabras pronunciadas por Poncio Pilatos al entregar a Jesús de Nazaret a su ejecutor: Ecce homo ("He aquí al hombre"). Porque si algo ha hecho hasta ahora a medias la Iglesia Católica (o, al menos, sus integrantes más conservadores) ha sido comprender al hombre actual (y aclaro que soy católico practicante).


Ecce homo, de autor y fecha no identificables

¿Es muy difícil entender que muerte digna no es sinónimo de eutanasia? ¿Es muy difícil entender que la mujer actual necesita la píldora anticonceptiva y, de vez en cuando, algún aborto? ¿Es muy difícil entender que el varón actual necesita preservativos para una sexualidad responsable? ¿Es muy difícil entender que muchas parejas actuales necesitan divorciarse? ¿Es muy difícil entender que no siempre es viable el matrimonio en primeras nupcias, como el de mis padres, próximos a cumplir 45 años de vida conyugal sin matrimonio religioso? ¿Es muy difícil entender que una mujer o varón no puede amar a la fuerza a personas de su sexo contrario y que es preferible amar sinceramente a un congéner a amar hipócritamente a una persona del sexo contrario  para acatar una prejuiciosa convención social? ¿Es muy difícil reconocer el derecho de las parejas homosexuales a formar una familia? ¿Es muy difícil impulsar el celibato sacerdotal optativo católico? 
Reitero: soy católico. Amo a la Iglesia. Y, como la amo, la critico. Ad maiorem dei Gloriam ("Para mayor gloria de Dios"), rezaba el lema papal de Juan Pablo II.  Para mayor gloria de Dios los católicos debemos mejorar nuestra Iglesia, adaptándola a las muy cambiantes circunstancias históricas subrayadas por Moretti. Jesús fue un revolucionario. Su prédica irritó a muchos. Y por eso hubo quienes exigieron su crucifixión. El católico reaccionario no reverencia debidamente a Cristo.  






No hay comentarios:

Publicar un comentario