En la película JFK, de Oliver Stone, Kevin Costner personifica a Jim Garrison, el célebre fiscal de Nueva Orleans, que, en 1969, tras tres años de investigación, defendió infructuosamente, ante los tribunales de dicha ciudad, su tesis sobre el asesinato del presidente John Fitzgerald Kennedy, perpetrado el 22 de noviembre de 1963, hace hoy 48 años. En su alegato, el Garrison de Costner describe el asesinato de JFK como un "golpe de Estado". La probable filiación comunista del posible asesino de JFK, Lee Harvey Oswald, tal vez haya incitado a este último, asumiendo que haya sido él quien mató al mandatario, a vengar el desembarco de Bahía de los Cochinos y el conato de guerra nuclear implícito en la crisis de los misiles de Cuba. Pero JFK no había tenido inconveniente en reunirse con Jruschov y deplorar la erección del Muro de Berlín en la capital alemana. Tal vez el asesinato de JFK haya estado ligado a su voluntad política de mejorar la situación social de los estadounidenses de color. O que se haya decidido borrarlo del mapa para poder intensificar las muy cuestionadas acciones militares estadounidenses en Vietnam, de hecho intensificadas durante la presidencia de su sucesor y vicepresidente Lyndon Johnson.
Kevin Costner en JFK (1991)
No pretendo ser un experto en la muerte de JFK. No he leído una coma del voluminoso Informe Warren. Me aburriría soberanamente leyendo tanto palabrerío sobre un solo suceso histórico, por muy dramático que haya sido. Lo cierto es que entre nosotros, los argentinos, la muerte de JFK coincidió con un periodo histórico de mucho golpismo. Entre 1955 y 1966, tres presidentes argentinos (Juan Domingo Perón, Arturo Frondizi y Arturo Illia) fueron víctimas selectas del golpismo. Perón fue sentenciado por sus enemigos a 17 años de exilio y estrechez. Frondizi, confinado en Martín García y Bariloche durante alrededor de un año. Durante su presidencia, Frondizi tuvo algún contacto con JFK, quien, según la panegírica biografía de Frondizi escrita por Emilia Menotti, habría vaticinado su propio asesinato ante su par argentino. Illia, derrocado en 1966, no volvió a ocupar ningún cargo público hasta su muerte en 1983, lo cual no debe extrañarnos, porque, durante los últimos 17 años de vida de Illia, los argentinos civiles sólo dispusieron de tres años para ocupar cargos electivos o recibir designaciones gubernamentales de funcionarios ejecutivos constitucionales.
¿Fue un golpe de Estado el asesinato de JFK? Tal vez sí, tal vez no. No me gustan las tesis conspirativas. Lo cierto es que, al morir JFK, el golpe de Estado era moneda corriente, al menos en la Argentina. Por dicho motivo, quizá no sea descabellado atribuir algún matiz golpista al trágico magnicidio de Dallas.
Frondizi y JFK
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