Quince días atrás, me sorprendió detectar la temprana presencia de decoraciones navideñas en el Jumbo de Puerto Madero. Manifesté mi extrañeza a una empleada del supermercado, quien no supo brindarme una respuesta convincente. Con el correr de los días, detecté el mismo fenómeno en locales comerciales de otros barrios porteños. Adornos navideños en venta en negocios de Once y Constitución. Golosinas navideñas a medio desembalar en un supermercado chino cercano al Hospital de Clínicas.
¿A qué se debe esa prematura fiebre navideña? ¿La Argentina ha resuelto adoptar, además de Halloween, otra costumbre estadounidense, la del Viernes Negro, consistente en efectuar compras navideñas anticipadas a valores promocionales en el último viernes de noviembre, al día siguiente del Día de Acción de Gracias?
Confieso que no soy totalmente ajeno a esa prematura fiebre navideña. Ayer, 40 días antes de Navidad, propuse a mi hermana un regalo navideño para mi sobrino, nacido días atrás. Pero no pienso salir corriendo a comprarlo. Como tampoco pienso proponer un armado prematuro del árbol de Navidad a mi madre, quien suele armarlo todos los 8 de diciembre.
Esa extraña tendencia al adelantamiento no es exclusivamente navideña. La cuestión del Bicentenario de la Revolución de Mayo empezó a trabajarse al menos cuatro años antes de los aparatosos festejos de mayo de 2010. Apenas terminado el Mundial de Fútbol de 2010, la FIFA empezó a definir dónde se jugarían los Mundiales de 2014, 2018 y 2022. Ya están jugándose las eliminatorias para el Mundial de 2014, estando de por medio las Olimpíadas de 2012, evento deportivo internacional no menos relevante y bastante más cercano en el tiempo.
¿A qué se debe esa extraña prisa? ¿Se viene el fin del mundo? La crisis de la eurozona no anticipa, que yo sepa, ningún Armageddón. Europa las ha pasado peores. Vivió la Peste Negra en el siglo XIV, la Guerra de los Cien Años en los siglos XIV y XV, la Guerra de los Treinta Años en el siglo XVII y las dos guerras mundiales del siglo XX. Estas últimas mataron decenas de millones de europeos en poco más de tres décadas, sin contar las numerosas víctimas fatales del Holocausto nazi, del Terror estalinista y de la Guerra Civil Española. La crisis de la eurozona no ha matado a nadie, aunque millones de europeos estén sin trabajo y viviendo de la seguridad social.
En 2001, el psicoterapeuta sueco Owe Wikström, digno hijo de Europa, se atrevió a contraponer una cultura de la lentitud a la cultura de la prisa del mundo actual, desde las memorables páginas de su libro El elogio de la lentitud. La postura de Wikström no es descabellada. Jesús de Nazaret no adelantó su nacimiento, cuya conmemoración tampoco necesita ser adelantada. Y menos como una excusa para reventar la tarjeta de crédito en los shoppings.
Portada de la edición hispanófona de 2008 del libro El elogio de la lentitud, de Owe Wikström
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