El 11 de noviembre de 1951, las mujeres argentinas votaron por primera vez en una elección nacional, con derecho a ser votadas para cargos electivos. Lo hicieron al amparo de la Ley 13.010, promulgada en 1947 por el presidente Juan Domingo Perón y bajo el patrocinio de la segunda esposa del mandatario, María Eva Duarte de Perón, titular de la primera libreta cívica, quien, en dicha ocasión, emitió, desde su lecho de enferma, el primer y único voto de su breve y relevante vida, apagada el 26 de julio de 1952, a la edad de 33 años.
Sesenta años después, las mujeres argentinas celebran la magna efemérides cívica con la reelección presidencial de Cristina Fernández de Kirchner, primera mujer electa y reelecta para la jefatura del Estado Nacional argentino (María Estela Martínez de Perón, tercera esposa del líder, jamás fue electa presidenta; en septiembre de 1973 fue designada vicepresidenta, convirtiéndose en presidenta al fallecer su cónyuge y predecesor, en julio de 1974).
Mucho tiempo y sacrificio llevó impregnar la política argentina de perfume de mujer. Encarnación Ezcurra de Rosas, esposa del Restaurador, debió contentarse con hacer política entre bambalinas, viéndose impedida de perseverar por los prejucios machistas decimonónicos y la temprana defunción de la señora de Rosas, cuyo controversial consorte la sobrevivió en casi cuatro décadas. En 1864, el gobernador sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento, con el sufragismo en pañales, otorgó el derecho de voto a las mujeres de su provincia, cuya potestad electoral se vio ratificada por la administración cantonista de 1927. Figuras como Julieta Lanteri o Alicia Moreau de Justo ilustran el arduo camino recorrido por la mujer argentina hacia su aceptación en la vida política nacional. Durante la abominable dictadura procesista, más de una mujer contribuyó a engrosar el futuro informe Sábato al tratar de participar en política.
El carácter arduo de la emancipación política femenina argentina nos impide desdeñar la relevancia de este 60º aniversario de la primera participación femenina argentina a escala nacional. Aunque la democracia y la política no se agoten en el voto, cuya normal emisión tanto costó garantizar. A los varones argentinos las cosas no nos fueron más sencillas. Recién en 1912 tuvimos una ley nacional electoral realmente sólida, reiteradamente pisoteada entre 1930 y 1983. En la Década Infame pretendieron hacernos votar por la fuerza por el conservadurismo. Fuimos bombardeados por los golpistas de 1955, bastoneados por el Onganiato y picaneados por el Proceso. Pretendieron obligarnos a reprimir a nuestros conciudadanos.
Gracias a Dios, nuestra vida política se ha civilizado. Aunque no lo parezca. Estos sesenta años de voto nacional femenino deben recordárnoslo, para no volver a caer en viejas y delétereas tentaciones.
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