En su célebre novela policial Asesinato en el Expreso de Oriente, de 1934, la escritora inglesa Agatha Christie nos pinta a su famoso detective belga Hercule Poirot auxiliando a un oficial militar francés apellidado Dubosc, que salvara la vida de Poirot durante la Primera Guerra Mundial. Poirot agradece el favor de Dubosc resolviendo exitosamente un caso policial en Siria, susceptible de mancillar el honor del ejército francés. En una gélida madrugada invernal, un Poirot elogiado por Dubosc aborda, en la ciudad siria de Alepo, el Taurus Express, elegante y semivacío ferrocarril procedente de Bagdad, destinado a empalmar con el célebre Orient Express en Estambul, donde Poirot piensa gratificarse con una prolongada estadía turística. A bordo del Taurus Express viajan únicamente la institutriz inglesa Mary Debenham y un compatriota suyo apellidado Arbuthnot, coronel destinado en la India, desde donde regresa en uso de licencia. Poirot no intima mucho con sus reservados compañeros de viaje. Al acercarse a Estambul, el Taurus Express sufre un leve retraso, lo cual hace temer a Debenham la posibilidad de perder la conexión ferroviaria en la ex capital turca. Al llegar al hotel Tokatlian de Estambul, Poirot se ve obligado a renunciar a su proyecto turístico, pues un telegrama de Londres lo emplaza a regresar inmediatamente a la capital inglesa para ocuparse de un caso policial. En el comedor del Tokatlian, Poirot se encuentra con un viejo amigo y compatriota suyo, apellidado Bouc y directivo de la Compagnie Internationale des Wagons-Lits, a la cual pertenece la formación del Orient Express que Poirot abordará en Estambul con destino a Calais, donde, haciendo tripas corazón de su célebre fobia al mar, el detective belga deberá abordar un barco para cruzar el Canal de la Mancha en esos tiempos sin Eurotúnel. Mientras celebra su encuentro con Bouc, Poirot observa a un seco caballero estadounidense apellidado Ratchett, acompañado de su joven secretario y compatriota, apellidado McQueen, y de su remilgado valet inglés, apellidado Masterman. En Estambul, Poirot se ve obligado a abordar un Orient Express desusadamente atestado para esa época del año y compartir con McQueen un incómodo camarote de segunda clase hasta Belgrado, donde la adición de un vagón proveniente de Atenas permitirá a Poirot obtener mejores comodidades. En el vagón de Atenas viaja un médico griego apellidado Constantine, quien lejos está de suponer que, a la mañana siguiente, en un Orient Express varado por la nieve en un despoblado paraje yugoslavo, se le convocará para examinar el cadáver de Ratchett, quien ha amanecido cosido a puñaladas en su camarote. Bouc encomienda la investigación detectivesca a Poirot, antes de la llegada de la policía yugoslava. Tras haber salvado el honor del ejército francés en Siria, Poirot deberá salvar el honor de la Compagnie Internationale des Wagons-Lits... y resguardar su propio honor profesional.
Albert Finney encarna a Hercule Poirot en la versión cinematográfica de Asesinato en el Orient Express dirigida en 1974 por el cineasta judeo-estadounidense Sidney Lumet, fallecido el 9 de abril de 2011
Asistido por Bouc y Constantine, Poirot emprende la investigación, interrogando minuciosamente al nutrido pasaje del Orient Express, integrado, entre otras figuras, por Debenham, Arbuthnot, la añosa princesa ruso-francesa Natalia Dragomiroff y su fiel doncella alemana Hildegarde Schmidt, un matrimonio condal húngaro apellidado Andrenyi, la enfermera-misionera sueca Greta Ohlsson y la bulliciosa y añosa maestra viuda estadounidense Caroline Martha Hubbard, el agente automotriz ítalo-estadounidense Antonio Foscarelli y el detective privado estadounidense Cyrus Bethman Hardman (un falso vendedor de cintas para máquinas de escribir, cuyos servicios detectivescos intentase contratar en Estambul un Ratchett amenazado de muerte). Poirot pronto descubre que Ratchett era, en realidad, un mafioso ítalo-estadounidense apellidado Cassetti, prófugo de la justicia estadounidense y responsable delictivo del muy comentado secuestro y asesinato de una niña estadounidense de clase alta llamada Daisy Armstrong. Progresivamente, Poirot descubrirá los vínculos de sus interrogados con el caso Armstrong y sus motivos para asesinar vengativamente a Ratchett/Cassetti (motivos que no poseen Poirot, Bouc y Constantine). Descubrirá que la princesa Dragomiroff amadrinó a la madre de Daisy Armstrong, que Hildegarde Schmidt era la cocinera de los Armstrong, Antonio Foscarelli su chofer, Masterman su valet, McQueen hijo del fiscal de distrito del caso Armstrong, la condesa Andrenyi tía de Daisy Armstrong y Greta Ohlsson su nurse. Descubrirá que la vulgar señora Hubbard es, en realidad, Linda Arden, una consumada actriz teatral estadounidense retirada y abuela de Daisy Armstrong, cuyo padre, suicidado junto con su esposa tras la muerte de su hija, salvara la vida de Arbuthnot, su mejor amigo, durante la Primera Guerra Mundial. Entre los interrogados de Poirot, cuyos equipajes inspeccionará el detective belga, figura el francés Pierre Michel, fiel y veterano empleado de la Compagnie Internationale des Wagons-Lits y padre de la niñera francesa de Daisy Armstrong, suicidada a causa de las sospechas recaídas sobre su persona en relación al asesinato de la infortunada niña estadounidense, cuya tía, la condesa Andrenyi, tuviera a Debenham como institutriz. Poirot da por concluida la investigación al convocar a sus interrogados al coche-comedor del tren, donde Hubbard/Arden revelará su verdadera identidad y confesará que los interrogados de Poirot se habían conjurado trabajosamente para asesinar vengativamente a Ratchett/Cassetti, asestando doce puñaladas, a razón de una por cada conjurado, a un cuerpo previamente inmovilizado con ayuda de un potente narcótico.
La novela de Agatha Christie convertida en una historieta inglesa de 2007
En su reciente artículo de La Nación.com sobre el caso García Belsunce, Abel Posse ha evocado la novela de Agatha Christie y el dilema ético planteado a un Poirot puntilloso y enfrentado ante un crimen vengativo con múltiples autores materiales, que deberá declararse inevitablemente ante la policía yugoslava. Poirot comprende las razones de sus interrogados para asesinar a Ratchett/Cassetti, pero también sabe que su meritoria carrera detectivesca puede verse enlodada si se sospecha que encubrió lo que, en resumidas cuentas, fue un asesinato, por muy atendibles motivos que existiesen para perpetrarlo. El Poirot de Asesinato en el Orient Express recuerda, sin poseer los rasgos atribulados del héroe literario ruso, al Raskolnikóv de Crimen y Castigo, que recorre las memorables páginas de Dostoievski preguntándose si le conviene o no confesar que ha asesinado a dos ancianas y finalmente se entrega a la justicia, quien, considerando su confesión voluntaria como factor atenuante, lo encarcela en Siberia en vez de ejecutarlo. El Poirot de Asesinato en el Orient Express propone brindar a la policía yugoslava una versión del crimen que no comprometa particularmente a los vengadores de Daisy Armstrong, ni al detective belga.
Crimen y castigo (versión fílmica de 1935)
Por estos días, similares dilemas éticos atraviesan a la sociedad argentina, conmocionada, entre otras cuestiones, por los asesinatos de los niños Candela Sol Rodríguez y Tomás Dameno Santillán. ¿Debe o no debe ampliarse la muy restrictiva ley argentina de aborto de 1921? ¿Debe o no debe legalizarse la muerte digna? ¿Debe o no debe ampararse legalmente la identidad de género de ex varones o ex mujeres? Similar debate ético animó a la sociedad estadounidense en la década de 1980, a raíz de un célebre caso de maternidad subrogada. En castellano, Hércules es el nombre de pila de Poirot. A tales dilemas y su ineluctable resolución no les cuadra mejor adjetivo calificativo que el de "hercúleos".
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