Respuesta histórica inapropiada. El general José Félix Uriburu se encamina a la Casa Rosada para autoproclamarse presidente de facto, avalado por elementos civiles con peligroso candor
La historia argentina, como la de cualquier otro país, es una sucesión de respuestas históricas apropiadas e inapropiadas por parte de sus ciudadanos. Nuestra reiterada respuesta inapropiada al golpismo y neoliberalismo desembocó en la desastrosa experiencia procesista, menemista y delarruista. Respondimos inapropiadamente al adoptar una actitud entusiasta o pasiva ante las columnas golpistas de 1930, 1943, 1955, 1962, 1966 y 1976. Y respondimos apropiadamente al rechazar el neogolpismo carapintada de 1987-1990. Respondimos inapropiadamente al adoptar una actitud entusiasta o pasiva ante la propuesta socioeconómica neoliberal de 1989-2001. Y respondimos apropiadamente al rechazar la amenaza de restauración neoliberal latente desde 2002.
Con riesgosa ingenuidad, una multitud avala la asunción del dictador Eduardo Lonardi el 23 de septiembre de 1955
Con inverosímil candor, una multitud avala el manotazo de ahogado implícito en la aventura malvinense emprendida en 1982 por la indefendible dictadura procesista, a la sazón encabezada por el general Leopoldo Fortunato Galtieri
Sí, más de una vez los argentinos hemos sido cándidos al dejarnos encandilar por falsas panaceas, viéndonos posteriormente obligados a pagar altos costos por nuestra ingenuidad. Pero no siempre caímos en ese riesgoso candor. Hubo un día (hace hoy 27 años) que los argentinos supimos eludir las desaconsejables tentaciones del candor y brindar una apropiada respuesta histórica.
El gobierno constitucional de aquel entonces, asumido el 10 de diciembre de 1983 y presidido por Raúl Alfonsín, había sometido a consulta popular la añosa y espinosa cuestión límitrofe argentino-chilena en la región del Beagle, responsable de los sendos conatos bélicos de 1901 y 1978, felizmente contrarrestados por los arbitrajes de la Corona Británica y la Santa Sede.
La consulta popular se celebró el 25 de noviembre de 1984 y el resultado favoreció, por abrumadora mayoría de votos, la firma del Tratado de Paz y Amistad argentino-chileno suscrito pocos días después en el Vaticano. Duramente aleccionados por la desastrosa empresa malvínica de 1982, los argentinos parecíamos haber entendido que jamás resolveríamos la cuestión magallánica a los bifes, como tampoco resolveremos por esa vía la problemática malvinense. Fue como rubricar electoralmente, casi dos siglos después, el célebre abrazo intercambiado en 1818 por José de San Martín y Bernardo O'Higgins tras la batalla de Maipú, decisiva para la independencia chilena. Fue como refrendar comicialmente, casi un siglo después, el célebre "abrazo del Estrecho", intercambiado en el istmo magallánico por el presidente argentino Julio Argentino Roca y su par chileno Federico Errázuriz Echaurren el 15 de febrero de 1899.
Por decreto presidencial de 2010, se instauró el feriado del Día de la Soberanía en el día 20 de noviembre, aniversario de la Vuelta de Obligado y de la heroica defensa de la soberanía nacional ante la agresión armada anglo-francesa contra la Argentina rosista de 1845. Pero, en aquella oportunidad, se defendió la soberanía nacional por medios violentos, mientras que en noviembre de 1984 se la defendió por medios pacíficos (y, por ende, más meritoriamente), aunque las reglas diplomáticas obligasen a efectuar las consabidas concesiones en beneficio de la otra parte. Es por ello, en mi opinión, que el Día de la Soberanía debería tener lugar el 29 de noviembre, aniversario de la firma del acuerdo del Vaticano, con mención del enfrentamiento bélico internacional de la Vuelta de Obligado y de la consulta popular de 1984 sobre la cuestión del Beagle. Quiero mucho a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, firmante del mencionado decreto. Mis votos de 2011 contribuyeron gustosamente a su reelección y lamenté mucho la temprana muerte de su consorte y predecesor, que, dicho sea sin cinismo alguno, diluyó el matiz nepotista imputable a la sucesión presidencial de su cónyuge, que me instó a abstenerme de votar por la actual mandataria en 2007 en aras de la ética política, ese importantísimo componente democrático. Pero, a mi juicio, Cristina debería instar a sus gobernados a recordar el noble gesto de 1984.
El abrazo de Maipú. Cuadro de Pedro Subercaseaux
La Vuelta de Obligado, conmemorada en un billete de banco argentino
El "Abrazo del Estrecho". El presidente argentino Julio Argentino Roca y su par chileno Federico Errázuriz Echaurren se reúnen en el Estrecho de Magallanes el 15 de febrero de 1899, preludiando la afortunada desaceleración del conato bélico argentino-chileno de 1901, felizmente reiterada a fines de 1978 por la intervención del cardenal Antonio Samoré, intermediador vaticano designado por el Papa Juan Pablo II
Cardenal Antonio Samoré
Busto del cardenal Antonio Samoré, ubicado en el barrio santiaguino de Providencia
Cartel señalizador del Paso Fronterizo Internacional Cardenal Antonio Samoré, situado en el límite terrestre argentino-chileno, ubicado a la altura de las localidades argentinas de Villa La Angostura y San Carlos de Bariloche, conocido popularmente en Chile como "Puyehue" o "Pajaritos" y en Argentina como "El Rincón" y rebautizado en honor del intermediador papal
Boletas de votación utilizadas en la consulta popular argentina sobre el Tratado de Paz y Amistad argentino-chileno de 1984
El canciller argentino Dante Caputo firma el Tratado de Paz y Amistad argentino-chileno en el Vaticano, el 29 de noviembre de 1984, sentado junto al Papa Juan Pablo II
El canciller argentino Dante Caputo y su colega chileno Jaime del Valle se fotografían con el Papa Juan Pablo II tras firmar el Tratado de Paz y Amistad argentino-chileno
La presidenta chilena Michelle Bachelet y su colega argentina Cristina Fernández de Kirchner ante una placa en homenaje a Juan Pablo II, descubierta el 5 de diciembre de 2008 en la ciudad chilena de Punta Arenas, con motivo del trigésimo aniversario del segundo conato bélico argentino-chileno en la región del Beagle
No todos los argentinos aplaudieron la firma del tratado argentino-chileno de 1984. En mi breve paso de 1991-1992 por la derechista Universidad del Salvador, tuve algún compañero cerradamente renuente a reconocer la posibilidad de un entendimiento amistoso con los chilenos, pese al marcadísimo pronunciamiento comicial argentino en sentido contrario de 1984. En febrero de 1994, poco antes de cumplir mis 24 años, visité Santa Cruz y Tierra del Fuego, alojándome en hoteles de Calafate y Ushuaia y recorriendo los deslumbrantes perímetros y alrededores de ambas localidades patagónicas. En Santa Cruz compartí mi contingente turístico con un añoso caballero cordobés apellidado Carlomagno, que no fue conmigo a Tierra del Fuego, pues ya había estado allí. En un rapto de indignación, el señor Carlomagno me espetó: "Cuando vaya al Beagle, va a ver la base aeronaval chilena de Puerto Williams. En la orilla argentina, a la misma altura, ¡¡¡no hay ni un vigilante!!!" En lo referente a esa cuestión, tenía razón el señor Carlomagno (burlado a sus espaldas por otro compañero mío de contingente a raíz de su homonimia con el célebre emperador del siglo IX). Ni un vigilante saludaba la base aeronaval chilena de Puerto Williams desde la orilla argentina del Beagle. Casi dieciocho años después, me digo: "Poco importa". Prefiero mil veces ceder medio Beagle a Chile que ir a la guerra con un país vecino, con la misma lengua y religión mayoritaria. Aunque a Chile la siga gobernando la derecha pinochetista. Veintisiete años después de la consulta popular de 1984, insisto que el argentino brindó en esa oportunidad una apropiada respuesta histórica, a diferencia de otras ocasiones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario