En su magnífica novela Pinamar, publicada en 2010, el literato argentino Hernán Vanoli recrea el traumático final del neoliberalismo argentino desde la óptica de la clase privilegiada. Una clase privilegiada que observa cómo se le termina la fiesta, prolongada a expensas de las penurias de sus compatriotas más carenciados, mientras se despide del traumático 2001 drogándose y emborrachándose en sus casas de veraneo de la localidad que da nombre al texto de Vanoli, devorando pizza de delivery, engullendo repugnantes hamburguesas de Burger King, tildando de orín de rata a la cerveza nacional y criminales de lesa Humanidad a los presidentes interinos peronistas y recorriendo una Argentina devastada a bordo de sus onerosos rodados, sin pensar (o no querer pensar) que no convenía seguir bailando sobre la cubierta del Titanic tras su choque contra el iceberg, recreado por esos años en la taquillera película de James Cameron con un Leonardo di Caprio mencionado por Vanoli. Los personajes de Vanoli charlan sobre rugby y llevan sus ahorros al Uruguay para no dejarlos atrapados en el corralito. Mientras tanto, los televisores exhiben la cruda realidad: comercios saqueados, cacerolazos, Fernando de la Rúa huyendo de la Casa Rosada en helicóptero, Adolfo Rodríguez Saá anunciando su renuncia desde San Luis, Eduardo Duhalde prometiendo devolver dólares posteriormente pesificados. Pero todo eso parece sonar a poco a los personajes de Vanoli, cuyo cinismo aún rezuma su clase social de procedencia, diez años después del colapso final del neoliberalismo, en este primer aniversario del fallecimiento de Néstor Kirchner.
Clase social que debe entender que no puede alcanzar su prosperidad a cualquier precio. Que, estudiando su historia familiar, podría toparse con antepasados pobres, aunque los mismos hayan muerto en 1850. Que debió haber entendido que el granero del mundo viable en 1880 bien podría haber perdido su viabilidad en 1930, 1945, 1955, 1966 o 1976. Que debió haber entendido que superar la crisis de 1989 no implicaba sentenciar indefinidamente a la pobreza a millones de sus compatriotas. En los últimos diez años hemos aprendido que existen formas más efectivas de alcanzar el bienestar. Pero ciertos argentinos, como los personajes de Vanoli, parecerían seguir suponiendo lo contrario. Para ellos lo “real” es un invento de los medios, como expresara proféticamente el Jorge Halperín de 1988[1]. Por suerte, hay muchos que les paran el carro votando por Cristina.
Hernán Vanoli y la portada de su novela Pinamar
[1] Jorge Halperín utilizó esa expresión en un artículo publicado en el matutino porteño Clarín el día martes 18 de octubre de 1988, 1ª sección, p.15
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